La fuerza que me resta.
El resto que me pesa.
El peso que me engaña.
Que no soy quien diagnostica ni
expende lo que se precisa.
Ni acción,
ni voluntad,
ni fuerza.
Sólo articulo torpemente.
Y aún sabiéndome nada,
sigo queriendo ponerme en
mayúscula.
Esta es la fuerza que me resta.
Pero es la grieta,
la puerta,
el desgarro
que permite a quien me habita…
…y convierte la conversión en
promesa.