Por razones y por amores,
me veo razonadamente obligado
a ser amadamente sincero contigo:
que no sé de orzas vacías ni de alcuzas
agotadas,
no sé de buscar leña para sobrevivir,
ni mucho menos sé de echar todo lo que tengo para vivir.
En cambio – amadamente me sincero –,
sé
bien de amplios ropajes,
sé bien de grandes y copiosas comidas,
sé bien de cómodos asientos.
Pero razonando a golpes de amor contigo,
me sé llamado a compartir la vida y el día a
día
con aquellos que bien saben
de orzas
vacías y alcuzas agotas.
Con aquellos que bien saben
de ofrecerse en todo lo que tienen para vivir.
Quizá hoy - más que nunca - sea yo quien mendiga una limosna de amores:
deseo y acción, realismo y coherencia.
Para mí y para los que me envían.
Que sé bien que Tú no vacías ni agotas.
Que sé bien que Tú me transformas...
NADIE NI NADA
ResponderEliminarNadie estuvo más solo que tus manos
perdidas entre el hierro y la madera;
mas cuando el Pan se convirtió en hoguera
nadie estuvo más lleno que tus manos.
Nadie estuvo más muerto que tus manos
cuando, llorando, las besó María;
mas cuando el vino ensangrentado ardía
nada estuvo más vivo que tus manos.
Nada estuvo más ciego que mis ojos
cuando creí mi corazón perdido
en un ancho desierto sin hermanos.
Nadie estaba más ciego que mis ojos.
Grité, Señor, porque te habías ido.
Y Tú estabas latiendo entre mis manos.
[J. L. Martín Descalzo]