«¡AY!, cuántas cosas perdidas que no se perdieron nunca. Todas las guardabas tú.
Menudos granos de tiempo, que un día se llevó el aire. Alfabetos de la espuma, que un día se llevó el mar. Yo por perdidos los daba.
Y por perdidas las nubes que yo quise sujetar en el cielo clavándolas con miradas. Y las alegrías altas del querer, y las angustias de estar aún queriendo poco, y las ansias de querer, quererte, más. Todo por perdido, todo en el haber sido antes, en el no ser nunca, ya.
Y entonces viniste tú de lo oscuro, iluminada de joven paciencia honda, ligera, sin que pesara sobre tu cintura fina, sobre tus hombros desnudos, el pasado que traías tú, tan joven, para mí. Cuando te miré a los besos vírgenes que tú me diste, los tiempos y las espumas, las nubes y los amores que perdí estaban salvados. Si de mí se me escaparon, no fue para ir a morirse en la nada. En ti seguían viviendo. Lo que yo llamaba olvido eras tú.»
«Que va conmigo y me cura...»
ResponderEliminar«¡AY!, cuántas cosas perdidas
ResponderEliminarque no se perdieron nunca.
Todas las guardabas tú.
Menudos granos de tiempo,
que un día se llevó el aire.
Alfabetos de la espuma,
que un día se llevó el mar.
Yo por perdidos los daba.
Y por perdidas las nubes
que yo quise sujetar
en el cielo
clavándolas con miradas.
Y las alegrías altas
del querer, y las angustias
de estar aún queriendo poco,
y las ansias
de querer, quererte, más.
Todo por perdido, todo
en el haber sido antes,
en el no ser nunca, ya.
Y entonces viniste tú
de lo oscuro, iluminada
de joven paciencia honda,
ligera, sin que pesara
sobre tu cintura fina,
sobre tus hombros desnudos,
el pasado que traías
tú, tan joven, para mí.
Cuando te miré a los besos
vírgenes que tú me diste,
los tiempos y las espumas,
las nubes y los amores
que perdí estaban salvados.
Si de mí se me escaparon,
no fue para ir a morirse
en la nada.
En ti seguían viviendo.
Lo que yo llamaba olvido
eras tú.»
Pedro Salinas